El problema aparece dado que en cantidad, la piel puede volverse oleosa y brillosa mientras que si no es suficiente, la resequedad y opacidad pueden aparecer.
Es muy importante tener en cuenta que la necesidad de cada piel es diferente por lo que siempre es recomendable acudir a la consulta con un especialista de confianza para conocer el estado de la epidermis y el impacto que el uso de un nuevo producto puede tener sobre ella.
A la hora de aplicar crema sobre la piel del rostro lo ideal es que la cantidad se asemeje al tamaño de una almendra. Es decir, un pequeño rectangulito en la palma de la mano.
Masajea con movimientos circulares cerca de los ojos y labios y hacia abajo en la zona de la nariz y mentón. Esparce hacia los lados en la frente y de forma ascendente en la zona de las mejillas.
¿Por qué esto es tan importante? Una crema aplicada en pocas dosis no manifestará los resultados esperados por quien la usa mientras que una utilizada en abundancia puede dejar residuos en tu piel acentuando las arrugas y líneas de expresión.
La absorción de la crema debe ser total. Si no logras que desaparezca a los pocos segundos probablemente debas aplicar menos la próxima vez.
Es muy relevante conocer y prestar atención a la reacción de la piel. De esta forma vas a saber si quitar o agregar más producto para mantener tu piel en óptimas condiciones.